lunes, 13 de diciembre de 2010

LA CIUDAD Y LA MÚSICA

08:30. Suena el despertador de forma insistente. Pipipí-pipipí. Subo la persiana. Salgo de casa cerrando tras de mi la puerta. Cierro con llave. Enseguida el ruido de los motores me dan los buenos días. Un claxon toca un par de veces, alguien se ha saltado un stop. Los pasos de la gente se entremezclan entre sí. El semáforo de peatones se ha puesto verde. Un coche ha frenado con demasiada brusquedad. Más pasos. El rugido de una moto se hace oír, deseando que el semáforo se ponga verde. Entro en la estación de metro. Oigo a la gente hablar. La chica que está a mi lado tiene el mp3 demasiado alto. El metro hace su aparición por el túnel con su particular ruido. Bastantes pasos apresurados. Se cierran las puertas. “Din don din, próxima estación: Ciudad Universitaria”. Cuando salgo a la calle el sonido se vuelve más natural. Menos tráfico. Ya en las escaleras de la facultad, unos tacones llegan tarde a clase. Se cierra la puerta. Algún carraspeo. Silencio intercalado con palabras del profesor. Se oye una sirena de policía desde el aula. Vuelve el silencio, y vuelven las palabras. Los bolis se mueven muy rápido. Oigo el “tictac” del reloj. Todos recogen sus cosas. Cremalleras. Una masa de gente camina a la vez hacia la puerta. A la salida vuelve el sonido natural. El regreso es prácticamente igual. El mismo ruido. El mismo sonido. La misma melodía.

El ruido urbano puede convertirse en una melodía, pero hay que saber escuchar.
Sólo se trata de saber interpretarlo, de componer la banda sonora de una vida.

1 comentario:

  1. Menudo ritmo de publicaciones!!!!
    Esta me ha gustado especialmente :D
    Un saludo

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