lunes, 10 de enero de 2011

6. DEL TRANSPORTE PÚBLICO A LOS MEDIOS PROPIOS DE DESPLAZAMIENTO

Tradicionalmente, en la formulación establecida por R. Park el llamado tipo marginal era aquel sujeto que, errante y sin dirección, jamás se integraba en los lugares ni en el corazón de sus gentes, permaneciendo al margen o en la superficie de las cosas, sin llegar a pertenecer a ningún sitio. Su exclusión provenía de su condición móvil, en constante desplazamiento de un lugar a otro. Prefiguraba así el tipo urbano por excelencia: la ciudad hecha de aportes extraños, de identidades porosas y de miradas curiosas que van más allá del espíritu de campanario. Y es en efecto el espécimen predominante hoy día. En la actualidad el excluido es quien apenas sale de su medio inmediato, circundante, está bloqueado y pertenece al lugar, como un figurante en él. (Urbanismo y juventud, pp.54).

Pero el valor de civilización que se asocia a esta lógica de la movilidad no puede evitar preguntarse hasta qué punto es también un hecho forzoso, el resultado de una forma particular de organización social y económica del espacio-territorio que tiene su más evidente manifestación en el cambio de escala.

Una forma evidente y primaria de experimentar el espacio urbano es recorriéndolo. La movilidad forma parte del proceso de aprendizaje y socialización de los individuos. La movilidad no posee una dimensión únicamente espacial sino también cultural y social: la posibilidad de progresar y construir puntos de vista diferentes, un desplazamiento continuo de la perspectiva.

La ciudad es, en efecto, un inmenso depósito de lugares y recursos, materiales y personales, pero están localizados y repartidos de acuerdo a lógicas diferentes. Se ha incrementado el espacio destinado a vías de penetración y salida de la ciudad; vías de servicio y carreteras construidas para alcanzar los centros laborales, comerciales y las urbanizaciones localizados en la periferia. Ha crecido el número y frecuencia de los viajes, la velocidad y las distancias recorridas. El incremento de las distancias ha venido impulsado por el incremento del número, velocidad y calidad del transporte privado y público. De esta forma, la movilidad se traduce en movilibertad, en autonomía.

Enfocada la movilidad desde la perspectiva de necesidad y obligación, es más fácil valorar las desigualdades que introducen la forma y el crecimiento de la ciudad. No todos los grupos sociales ni todas las edades poseen las mismas oportunidades para beneficiarse por igual de las facilidades de desplazamiento.


El transporte público y el vehículo propio

Aunque el incremento de la motorización es cada vez mayor en nuestra sociedad y el uso del vehículo privado (propio o familiar) se está extendiendo, en general, la mayoría de ciudadanos son usuarios de los medios de transportes públicos: metro, trenes de cercanías, autobuses urbanos… Las necesidades de desplazamiento cotidiano y en fines de semana son crecientes.

En un mundo de distancias, el tiempo de viaje lo vivimos como tiempo constreñido, ni de ocio, ni de trabajo ni de educación. La experiencia urbana es también una experiencia de aglomeración que no siempre se vive con agrado, pero es instructiva. Su valoración respecto a los transportes públicos es positiva en cuanto a las ventajas de contar con la prestación de un servicio básico y necesario, aunque no siempre se estime suficiente. Los jóvenes habitantes de grandes ciudades (por ejemplo, de Madrid) consideran que los medios públicos de transporte, por su variedad y volumen, ofrecen múltiples posibilidades y elecciones en cada momento, según las urgencias y los recorridos a realizar. Es una necesidad cubierta y un modo muy empleado.

Tanto si poseemos como si no vehículo propio o familiar, entendemos que el transporte privado es más caro y poco práctico en la ciudad, especialmente en días laborables por los agobios de los numerosos atascos y de buscar después aparcamiento. Sin embargo, quienes lo tienen no dejan de usarlo y su uso va desplazando gradualmente al del transporte público que existe sólo como alternativa a no ser que uno viva en el centro y se beneficie de la organización radial del sistema de transporte y de la posibilidad de ir caminando.

El precio del transporte ha sufrido últimamente importantes subidas, la última hace unos días. A pesar de que la movilidad es algo absolutamente necesario, y más en una ciudad, los tiempos que corren provocan incertidumbre en los bolsillos de muchos ciudadanos. En este caso, los perjudicados son los usuarios del transporte público. Esto tiene una ligera repercusión en su uso, porque aunque parezca insignificante la subida de un euro, ya se está notando, muy ligeramente, el descenso de usuarios. Muchas personas optan por ir andando, utilizar la bici o desplazarse sólo cuando sea necesario.

Por contra, las quejas hacia el transporte público, a parte de la nueva subida de tarifas, se concentran en torno a su masificación, la frecuencia, la rigidez, la escasez, la imprevisión, y la organización radial que obliga a pasar por determinados puntos de ruptura y enlace con otras líneas aunque sea innecesario.

Vamos a ver otras dos opciones más de desplazamiento que son posibles en las ciudades:

Desplazamientos a pie:
Caminar es una actividad que realizamos a menudo, excepto cuando la distancia al trabajo, al ocio o al centro educativo se sitúa más allá o en torno a los 30 minutos. Un modelo compacto, sea una ciudad pequeña, mediana o grandes bien distribuida y organizada permite una movilidad más serena. La peatonalización o la mejora del amueblamiento y animación de las calles es un tema que se aprecia entre los ciudadanos positivamente.

Carriles-bici:
Las personas que emplean o empleaban la bici como medio de transporte en la ciudad aluden a su peligrosidad en el medio urbano. Pero en la actualidad se está dedicando un gran esfuerzo para mejorar la unión entre carriles, hacerlos más seguros, más numerosos y extendidos…

En definitiva: en las ciudades pequeñas, muchas personas se desplazan a pie y en menor medida en autobús; el coche es usado más en grupo los fines de semana (en jóvenes) y a diario por trabajadores en edad adulta. Sucede lo contrario en aquellas ciudades que en su crecimiento han previsto planes de ordenación e inversión en transporte público e infraestructuras aprovechando sinergias y desarrollos regionales o nacionales, poseyendo a día de hoy una estructura bien articulada de conexiones y movilidad hacia fuera y hacia dentro bien valorada por sus usuarios.


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